domingo, 25 de enero de 2015

INGENIEROS LEGIONARIOS. IV

Si el lector desea tener un ejemplo perfecto del arte de la poliorcética, debe tener conocimiento de lo que ocurrió en el asedio de Alesia. Aún más, los acontecimientos que sucedieron en aquella ciudadela en el año 52 a. C. son una lección de cómo reacciona el ser humano ante situaciones verdaderamente extremas.
En la primavera del 52 a. C. Julio César había experimentado un pequeño fracaso que rompía de manera ruidosa la racha de victorias que había cosechado desde comienzos de aquel año. Había sido incapaz de poner cerco a Gergovia, principal población de la nación de los arvernos y patria de su enemigo, Vercingetórix. Efectivamente César sabía desde el principio que con seis legiones incompletas no podía establecer el asedio de una población situada entre escarpadas colinas y protegida por varios campamentos que defendían más de 80.000 enemigos.
Habiendo comprendido que la única opción que le quedaba era retirarse hacia el Norte para reunirse con su legado Tito Labieno y las otras cuatro legiones que tenía en Galia, decidió hacerlo no sin antes ofender al enemigo de alguna forma. Así, adoptó una estrategia semejante a la que utilizan algunos jugadores de dominó que podríamos llamar del oportunista. Consiste en no tener un juego concreto, sino permanecer alerta y estar dispuesto a coger cualquier oportunidad que se presente por pequeña que sea. Claro que esta estrategia es sumamente arriesgada, pues cualquier inconveniente puede echarla por tierra. La ventaja que tiene es que siempre sorprende al oponente.
Aquella vez el viejo aforismo latino de audaces Fortuna iuvat no se cumplió, para confirmar la regla, y César fracasó en su golpe de mano, con lo que hubo de retirarse pero en peores condiciones. A pesar de todo, Vercingetórix le permitió alejarse sin atreverse a estorbarle el movimiento; con lo cual, en pocas jornadas, César consiguió reunirse con Labieno y las otras cuatro legiones.
El fracaso del cerco de Gergovia había supuesto un enorme descrédito para César y las naciones galas que todavía dudaban de qué bando tomar se pasaron al lado de Vercingetórix; la deserción más preocupante que sufrieron los romanos fue la de los eduos, principales aliados de Roma en Galia desde hacía años. César se encontraba aislado en el Norte y sin caballería, a causa de que los eduos le habían abandonado. Fue entonces cuando tuvo una idea de esas que aparecen cuando se está desesperado; tomó la determinación de reclutar jinetes germanos con los que formar una caballería. No eran muchos, pero con probabilidad se trataba de jinetes con experiencia, de soldados de fortuna; no se trataba de aristócratas que combatían a caballo como los galos; de hecho, los caballos que traían eran tan pequeños y descastados que César les buscó otros de mayor talla y mejor casta. Sabía de sobra que los galos temían a los germanos desde los tiempos del rey Ariovisto y la gran derrota que sufrieron en la batalla de Magetobriga. Aquellos germanos serían capaces de poner en fuga a los jinetes galos.

                            Jinete romano.

César había reorganizado su ejército, pero su posición le situaba en desventaja. Se hallaba muy al Norte y rodeado de pueblos hostiles que formaban parte de la rebelión; tenía provisiones para una campaña larga, pero no podía reponerlas, en parte por la deserción de los eduos y sus dependientes, en parte por la estrategia de Vercingetórix, consistente en destruir o quemar todo aquello que pudiera servir de abastecimiento a los romanos. La situación empeoró cuando Convictolitave, primer magistrado de la república de los eduos hizo un trato con Vercingetórix y se apropió de todas las provisiones y el equipaje que guardaba César en la ciudad de Novioduno.
Además, las noticias que venían del Sur eran inquietantes, un ejército rebelde amenazaba la Galia Transalpina y se temía que la nación de los alóbroges, habitantes de la provincia, se uniese a la rebelión.
En estas circunstancias, César decide dirigirse al Sur siguiendo el curso del río Arar aguas abajo. Lo hace atravesando las tierras de los lingones y su intención es situarse en una posición más ventajosa, desde la cual pueda amenazar a Bibracte, capital de los eduos, y aproximarse a la Galia Transalpina para establecer una línea de suministros y ahuyentar a los que acosaban la provincia.



A la sazón, Vercingetórix se encontraba en Bibracte, reclutando caballería e infantería de los eduos, cuando supo que César se dirigía hacia el Sur. El príncipe galo era un hombre inteligente, pero interpretó mal el movimiento de César al pensar que huía hacia la Galia Transalpina; nada más lejos de la realidad que esto. César se desplazaba con diez legiones y una caballería auxiliar compuesta por unos 3.000 jinetes; en total sumarían casi 40.000 soldados. Sin embargo, la infantería de César era con diferencia la mejor de su tiempo; la mayoría de los legionarios eran veteranos y tras el desastre de Gergovia habían promocionado cuarenta y seis soldados al puesto de centurión; esto quiere decir que medio centenar de centurias estaban dirigidas por hombres dispuestos a lo que fuese para justificarse en el cargo. Por otra parte, la caballería de César, como hemos dicho anteriormente, era excelente. En ella destacaban los germanos, soldados de fortuna, expertos en el combate. Además iban con César jinetes hispanos, diestros con el caballo, y algunos galos que habían permanecido fieles y llevaban varios años de campaña con los romanos. En resumidas cuentas, César no temía el combate y confiaba en batir a Vercingetórix en campo abierto.
Por su lado, Vercingetórix contaba con la caballería más numerosa que había visto Europa desde los tiempos de la invasión de Jerjes, más de 15.000 jinetes. La infantería gala era, así mismo, numerosísima, más de 80.000 soldados, entre los cuales se encontraban miles de expertos arqueros. El enfrentamiento entre ambos ejércitos iba a ser de grandes proporciones.

           Jinete galo.

Vercingetórix levantó el campamento y se dirigió al Noreste con la intención de interceptar a César y acosarlo con su numerosa caballería; de esta manera, obligaría a los romanos a detenerse para organizar una defensa o a abandonar el bagaje para marchar más rápido y ponerse a salvo. César en su Comentario VII pone estas palabras en voca de Vercingetórix:
"Venido es, les dice, ya el tiempo de la victoria. Los romanos van huyendo a la Provenza y desamparan la Galia; si esto nos basta para quedar libres por ahora, no alcanza para vivir en paz y sosiego en adelante, pues volverán con mayores fuerzas, ni jamás cesarán de inquietarnos. Ésta es la mejor ocasión de cerrar con ellos en la faena de la marcha. Que si la infantería sale a la defensa y en ella se ocupa, no pueden proseguir el viaje; si tiran, lo que parece más cierto, a salvar sus vidas, abandonando el bagaje, quedarán privados de las cosas más necesarias, y sin honra. Pues de la caballería enemiga, ninguno aun de nosotros duda que no habrá un solo jinete que ose dar paso fuera de las filas. Para más animarlos les promete tener ordenadas sus tropas delante de los reales, y poner así espanto a los enemigos. Los caballeros, aplaudiéndole, añaden, que deben todos juramentarse solemnísimamente a no dar acogida, ni permitir que jamás vea sus hijos, sus padres, su esposa, quien no atravesase dos veces a caballo por las filas de los enemigos."
Cuando César cruzaba la frontera que separa a los lingones de los secuanos, Vercingetórix acampó a diez millas de los romanos, y dividiendo su caballería en tres cuerpos, los atacó. Viéndolos venir, César adelantó a su caballería también en tres cuerpos, teniendo lugar un terrible choque. Los romanos se encontraban en evidente inferioridad numérica, pero César aplicó una táctica que después, en Farsalia, sería llevada a la perfección. Consistía en que la caballería, tras el primer choque, se retiraba hacia los huecos que había entre las cohortes; cuando la caballería enemiga se acercaba a la infantería, recibía una lluvia de pila que los hacía retroceder; así una y otra vez. Finalmente, los jinetes germanos, saliendo por la derecha, cargaron contra los galos y los pusieron en fuga, después de haber caído muchos de ellos. Observando Vercingetórix lo que ocurría y temiendo quedar encerrado entre el enemigo y el río, levanta a toda prisa el campamento y se dirige a Alesia.
¿Por qué causa se dirigió Vercingetórix a Alesia y no a Bibracte o Gergovia? Es posible que sus soldados estuviesen asustados y buscase un refugio cercano y seguro. Pero también es posible que el príncipe arverno intentase atraer de nuevo a César al interior del territorio enemigo, quebrando así sus planes iniciales; esto supondría que los romanos se verían de nuevo aislados y lejos del avituallamiento. La retirada a Alesia sería, por tanto, un movimiento estratégico.
A aquellas alturas parece que Vercingetórix aún no conocía bien a su oponente. César estaba dispuesto a jugárselo todo a la mínima oportunidad y una vez que tuviera la presa no la soltaría. Persiguió a Vercingetórix hasta Alesia y acampó frente a ella.
Alesia era un pequeño recinto fortificado de la nación de los mandubios. Tenía como ventaja que se encontraba en lo alto de una meseta de laderas escarpadas, actualmente el monte Auxois, y sin duda estaba protegida por un murus gállicus. Se trataba de un recinto donde los mandubios guardaban el grano y otros productos agrícolas de los alrededores; todavía era verano y los almacenes del poblado debían estar llenos de alimentos. Al Oeste de Alesia se extendía una amplia llanura, pero en los otros tres lados había terreno elevado y sendos arroyos discurrían al Norte y al Sur de la ciudad.
Vercingetórix estaba acampado en las afueras del recinto; parecía imposible realizar un asalto sin sufrir enormes pérdidas, e incluso ser derrotado.

                   Monte Auxois en la actualidad.

César recurrió al asedio. Se trataba de una obra inmensa, pues el perímetro de la circunvalación medía 18 km y contaba con  23 fortines, además de varios campamentos para los soldados.
Al comienzo de las obras, los galos sacaron a su caballería del campamento para molestar a los que trabajaban en la circunvalación; César respondió enviando a sus jinetes a la llanura y haciendo formar a los legionarios frente a los galos. Los caballos trabaron combate y los germanos volvieron a poner en fuga a los galos, los cuales corrieron a refugiarse dentro de los muros de Alesia; pero como los accesos eran angostos, se empujaban unos a otros, mientras otros intentaban trepar por la muralla para ponerse a salvo. Como en ese momento César dio orden a la infantería de que avanzase hacia el campamento galo y se extendió el pánico entre los que allí estaban, Vercingetórix ordenó que fuesen cerradas las puertas del campamento; los jinetes que no pudieron entrar a tiempo fueron muertos o cautivos.
Aquella derrota convenció definitivamente a Vercingetórix de que su caballería no le iba a servir de mucho contra César, en vista de lo cual, ordenó a todos sus jinetes que saliesen de Alesia en la oscuridad de la noche y pidiesen ayuda a los príncipes y jefes galos de todas las naciones aliadas para que reclutasen un gran ejército y acudiesen en su ayuda.
César en su comentario VII nos cuenta como circunvaló Alesia:
"Cavó un foso de veinte pies de ancho con las márgenes aniveladas, de arte que el suelo fuese igual en anchura al borde; todas las otras fortificaciones tirólas a distancia de cuatrocientos píes de este foso, por razón de que habiendo abarcado por necesidad tanto espacio, no siendo fácil poner cordón de soldados en todas partes, quería evitar los ataques improvisos o nocturnos del enemigo, y entre día los tiros contra los soldados empleados en las obras. Después de este espacio intermedio abrió don zanjas, anchas de quince pies y de igual de altura; la interior llenó de agua, guiada del río por sitios llanos y bajos. Tras éstas levantó el terraplén y estacada de doce pies, guarnecida con su parapeto y almenas con grandes horquillas a manera de asta de ciervo, sobresalientes entre las junturas de la empalizada, para estorbar al enemigo la subida. Todo el terraplén cercó de cubos, distantes entre sí ochenta pies."
Cuando César tuvo noticias por los desertores de que se estaba reuniendo un gran ejército para socorrer a Vercingetórix, comenzó a construir una línea exterior de contravalación con características similares a la línea interna. Lo excepcional del caso es que nunca antes en la Historia había ocurrido que un ejército asediador fuese asediado a la vez, o al menos, no tenemos constancia documental de ello.

Sitio de Alesia, año 52 a. C.

La línea interior sitiaba Alesia, la exterior protegía al ejército sitiador. Las técnicas modernas y las nuevas excavaciones  han confirmado la descripción que hace César de las obras de asedio en sus Comentarios.
Al Oeste, por donde se abría la llanura, los romanos cavaron un foso de lados rectos y 6 m de anchura, que iba de un arroyo al otro. La línea de defensa estaba situada  120 m más atrás y consistía en dos zanjas y detrás de ellas una muralla de 3,5 m de altura reforzada con torres a intervalos de 20 m.

                   Zanjas y muro de circunvalación de Alesia.

Todavía pensaba César que aquellas defensas eran pocas y sembró de trampas y obstáculos el terreno que se extendía entre el foso y las zanjas. Así lo describe en sus Comentarios:
"Por lo cual a las obras dichas trató César de añadir nuevos reparos, para poder cubrir las trincheras con menos gente. Para esto, cortan troncos de árboles o ramas muy fuertes, acepilladas y bien aguzadas las puntas, tirábanse fosas seguidas, cuya hondura era de cinco pies. Aquí se hincaban aquellos leños, y afianzados por el pie para que no pudiesen ser arrancados, sacaban las puntas sobre las enramadas. Estaban colocados en cinco hileras, tan unidos y enlazados entre sí, que quien allí entraba, él mismo se clavaba con aquellos agudísimos espolones, a que daban el nombre de cepos. Delante de éstos se cavaban unas hoyas puestas en forma de ajedrez, al sesgo, su hondura de tres pies, que poco a poco se iban estrechando hacia abajo. Aquí se metían estacas rollizas del grueso del muslo, aguzadas y tostadas sus puntas de arriba, de modo que no saliesen fuera del suelo más de cuatro dedos. Asimismo, a fin de asegurarlas y que no se moviesen, cada pie desde el hondón se calzaba con tierra, y para ocultar el ardid se tapaba la boca de la hoya con mimbres y matas. Ocho eran las hileras de este género de hoyas, distantes entre sí tres pies, que llamaban lirios por la semejanza del tamaño de un pie, erizados con púas de hierro, sembrados a trechos por todas partes, con el nombre de abrojos."


El verano tocaba a su fin y aún había provisiones en la comarca; pero no quedaba mucho tiempo, en pocas semanas los alimentos comenzarían a escasear, por esa razón, César ordenó que se hiciese acopio de todos los alimentos que se encontrasen en los alrededores; al final de esta faena, el ejército romano se procuró provisiones para algo más de un mes.
Los de Alesia tenían muchos más problemas con las provisiones. Según afirma César en sus Comentarios, en el poblado se encontraban más de 80.000 personas, que debían estar hacinadas. Algunos investigadores y críticos han puesto en duda esta última cifra, puesto que, según ellos, era imposible que Vercingetórix pretendiese meter en un espacio tan pequeño a tanta gente. Sea como fuere, el hecho es que en Alesia la escasez de provisiones era terrible y el hambre amenazaba a todos los que allí estaban recluidos. Lo peor de todo es que no tenían noticias sobre si se había reunido el ejército de socorro o no, pues César ya había cerrado completamente su vallado. Angustiados por la situación, se reunieron en consejo y, tras escuchar distintas opiniones, decidieron que todos aquellos que no fuesen útiles para la defensa fueran expulsados de Alesia, reservando las provisiones para los guerreros. De esta manera, las mujeres, los niños y los ancianos fueron arrojados al espacio que mediaba entre los muros de Alesia y el vallado de César; éste no los acogió, y Vercingetórix no volvió a recogerlos; como consecuencia, languidecieron en aquella tierra de nadie durante unos días hasta que murieron de hambre.
La situación dio un giro cuando en el horizonte apareció el ejército de socorro. Según César eran unos 8.000 jinetes y 240.000 infantes reclutados en toda la Galia. Comandantes de este ejército eran, Comio, rey de los atrébates que había prestado servicios a César en Britania, Viridomaro y Eporedórix, jóvenes aristócratas eduos que habían servido en la caballería de César semanas antes y Vercasivelauno, arverno y primo de Vercingetórix.

                                      Yelmo galo.
Los mismos que ponen en dudas el número de soldados que quedaron encerrados en Alesia con Vercingetórix, ponen también en duda las cifras que da César para este ejército de auxilio. Es posible que en los Comentarios se haya exagerado, pero de lo que no cabe duda es de que en Alesia tuvo lugar una de las batallas más grandes de la Antigüedad.
El ejército de auxilio acampó en un terreno elevado al Suroeste de Alesia, a un kilómetro de la línea de contravalación. Al día siguiente, Comio y los otros comandantes formaron a la caballería en la llanura y colocaron detrás a la infantería. En respuesta y con ánimo de colaborar, Vercingetórix sacó a sus guerreros de la ciudad y el campamento, avanzaron y rellenaron una pequeña parte del foso que los romanos habían excavado. Entonces, con una audacia increíble César ordenó a sus jinetes que salieran de las líneas para enfrentarse a la caballería de Comio; se enfrentaron los caballos  durante un buen rato hasta que de nuevo los germanos pusieron en fuga a los galos; en vista de lo cual, Comio recogió a su gente en el campamento y Vercingetórix volvió a entrar en Alesia.
Al día siguiente los galos fabricaron escalas y cuerdas para amarrarse y escalar la empalizada; también hicieron acopio de zarzas para rellenar el foso. A medianoche comenzó el ataque del ejército auxiliar, lanzando un fortísimo grito, que escuchó Vercingetórix desde Alesia. Éste lanzó un ataque simulténeo desde la ciudad; sin embargo, en ambas líneas las defensas que habían construido los romanos funcionaron perfectamente y en las trampas y las zanjas quedaron muchos atrapados. El asalto fracasó y los atacantes se vieron obligados a retirarse con grandes pérdidas.
El verano daba paso al otoño y las provisiones escaseaban en Alesia; la situación comenzaba a ser desesperada a pesar del racionamiento de los alimentos. También el ejército auxiliar tenía problemas de abastecimiento; era demasiado numeroso y los galos carecían de experiencia en el arte de la organización del aprovisionamiento. César había hecho acopio de provisiones y pienso para unas semanas, pero el tiempo corría inexorable. El desenlace no podía tardar mucho.

                        Moneda donde se representa un trofeo con armas gálicas, dos cautivos y el nombre                             de César. 

Las defensas que habían construido los legionarios en la circunvalación y la contravalación habían sido eficaces sobre todo a la hora de ralentizar en avance del enemigo en dirección al vallado; esto les proporcionaba el tiempo suficiente para maniobrar y acudir al lugar concreto donde se producía el asalto; el factor sorpresa, por tanto, y la rapidez en el asalto eran condiciones necesarias para el éxito de los atacantes.
Comio y los demás comandantes se percataron de ello tras la última sangrienta retirada; era necesario encontrar un punto débil en las defensas de César y atacar allí con rapidez. No tardaron mucho en encontrarlo; en el extremo Noroeste del semicírculo de colinas que rodeaban Alesia los romanos no habían podido cerrar totalmente la contravalación debido al gran tamaño del monte que allí se elevaba. De noche y en silencio, Vercasivelauno, con 60.000 guerreros escogidos se apostó en la ladera contraria de aquel cerro. Al amanecer, Comio y los otros comandantes lanzaron pequeños ataques contra el vallado con la intención de distraer a los romanos. A mediodía, cuando los romanos combatían dispersos, Vercasivelauno y su gente subió a la cima del cerro y descendió por el lado donde los romanos cubrían el punto débil de las defensas con un fortín. Al mismo tiempo, Vercingetórix hizo una salida para intentar asaltar el vallado de la circunvalación. César, observando estos acontecimientos desde una altura, envió allí a su legado Tito Labieno con seis cohortes de refuerzo. Sin embargo, la presión sobre las defensas alcanzó tal intensidad que Labieno perdió el control del terraplén y el asalto a la contravalación estuvo a punto de tener éxito. En un momento crucial, César, recogiendo a cuantas cohortes se encontró en el camino, se dirigió personalmente al lugar donde la línea defensiva se había roto; vestía un manto rojo por el cual todos le conocían aunque fuese a distancia. Con ello, el ánimo volvió a los legionarios que, agotados los pila, empuñaron el gladius en el cuerpo a cuerpo.
Cuando todos combatían sin mirar por su seguridad, César dio orden a una parte de la caballería de que saliese del vallado y diese un rodeo para sorprender a los soldados de Vercasivelauno por la espalda. Cuando esto ocurrió, viendo los galos que los legionarios defendían desesperadamente las líneas defensivas y echándoseles la caballería encima, volvieron la espalda y huyeron para ponerse a salvo, muriendo muchos de ellos allí mismo. Vercasivelauno fue hecho prisionero.
Vercingetórix, en la parte interior vio con desánimo lo que ocurría a los soldados de Vercasivelauno, ocurriendo que él y su gente apenas habían conseguido llegar al terraplén interior, tras quedar muchos atrapados en las trampas y los cepos. Desde la valla fueron rechazados una y otra vez hasta que, finalmente, dio la orden de regresar a Alesia.
Aterrados los del ejército de auxilio, a toda prisa, abandonaron el campamento, perseguida la retaguardia por la caballería de César, no sintiéndose seguros hasta llegar a sus tierras de origen.
Al día siguiente, Vercingetórix convocó consejo, tras el cual decidió entregarse a los romanos; nadie hizo ninguna objeción. Una comitiva fue enviada a negociar la rendición con César, que exigió que entregaran las armas y los líderes se rindieran. Según Plutarco y Dión, Vercingetórix se puso su más lujosa armadura, subió a su caballo y se presentó ante César que estaba sentado en su silla de magistrado, seguidamente fue apresado.

                             Moneda con el nombre y rostro de Vercingetórix.

Como dijimos al comienzo de este artículo, la batalla de Alesia constituye un ejemplo de ingeniería militar de asedio. Hay que tener en cuenta que todos estos trabajos se realizaron en medio de una batalla que duró aproximadamente un mes. Fue un enfrentamiento impresionante en el que murieron decenas de miles de personas. Por tanto, hubo que trabajar y combatir a la vez. El genio de César fue muy importante sin duda, pero también fue decisiva la existencia de equipos de ingenieros con años de experiencia y, por supuesto, la organización y la formación de los legionarios. Cuando había que cavar un foso, todos sabían cual era su puesto y su misión, cuando había que talar árboles, todos colaboraban según un plan, cuando había que levantar una empalizada, los legionarios eran rápidos y eficaces.
Cuando una labor se repite muchas veces, se automatiza. Aquellos legionarios usaban el hacha y la pala a diario y solo de vez en cuando el pilum y el gladius. Aquellos enormes trabajos eran una garantía de supervivencia para los soldados, de ahí que pusiesen todo su empeño en ellos.
Resumiendo, César ganó en Alesia por la mayor competencia del ejército romano, y en parte también por su peculiar personalidad.
                      Vaso encontrado en los alrededores de Alesia.

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