sábado, 18 de octubre de 2014

QADESH/POTSDAM

Qadesh y Potsdam, dos grandes acuerdos internacionales que proporcionaron décadas de paz en el interior y una multitud de guerras cruentas en la periferia. Ambos acontecimientos se encuentran separados en el tiempo por 3200 años de distancia, pero sus efectos fueron similares en algunos aspectos, si bien hay que decir que en otros sus consecuencias fueron distintas. De ambas conferencias de paz surgieron sendos equilibrios entre las potencias militares y económicas más importantes de sus respectivas épocas, el desarrollo económico y la seguridad y estabilidad de los Estados se afirmaron y la sociedad vivió una época brillante. Sin embargo, ninguno de los dos sistemas sobrevivió mucho tiempo; el Tratado de Qadesh tuvo lugar hacia 1259 a. C. y cincuenta años después dejó de tener vigencia; la Conferencia de Potsdam se celebró en 1945 y cuarenta y seis años después uno de sus dos principales participantes había desaparecido.
El tratado de Qadesh fue consecuencia de la batalla del mismo nombre que se libró quince años antes, en 1279 a. C.; es evidente, por tanto, que el tratado de paz no fue inmediato a la gran batalla de Qadesh. Durante aquellos quince años que separan la batalla del tratado hititas y egipcios llegaron a la convicción de que ninguno de ellos podía derrotar definitivamente al otro. Por otra parte, en el bando hitita se había producido un cambio importante; el rey Muwatalli II, que combatió en la batalla, había muerto en 1272, y había subido al trono su hijo Urhi Teshub. Este último hubo de afrontar muchas dificultades, pues una parte de la nobleza le negó la legitimidad y los asirios presionaron sin descanso en la frontera oriental. No obstante, las cosas no le fueron totalmente mal a Urhi Teshub, en buena parte gracias a su tío Hattusili, que se había hecho cargo del gobierno del Norte del territorio y había obtenido grandes victorias contra los pueblos de la montaña. Estos progresos militares fueron tan importantes que Urhi Teshub pudo regresar a Hattusa, capital del imperio, que Muwatalli II se había visto obligado a abandonar ante la amenaza de los pueblos montañeses conocidos con el nombre de gasga.
Pero Urhi Teshub sintió celos de los éxitos de su tío Hattusili y pretendió destituirlo del cargo de gobernador. Hattusili contaba con el apoyo de gran parte de la nobleza hitita y de lo mejor del ejército, y sintiéndose con tal respaldo se sublevó contra su sobrino, quedando el país sumido en una feroz guerra civil. En 1265, tras vencer en la guerra, Hattusili se ciñó la corona de Hatti, siendo conocido desde ese momento como Hattusili III. Hombre de gran experiencia militar y diplomática captó rápidamente la idea de que las fronteras donde había que combatir eran la del Norte, contra los gasgas, y la del Oeste contra los aqueos (ahhiyawas); por esta razón promovió desde el principio un acuerdo de paz con Egipto, el terrible enemigo de la batalla de Qadesh. Hattusikli III sabía que un pacto con Egipto dejaría paralizados a los asirios, que quedarían aislados en el juego de las alianzas. Todavía estaba vivo Ramsés II, el faraón que se enfrentó en Qadesh con su difunto hermano Muwatalli II; su reinado fue largo, pues se sentó en el trono de Egipto hasta su muerte, en 1213 a. C. Era un faraón guerrero y de gran valentía, pero al recibir la propuesta de paz de Hattusili supo ver las grandes ventajas que obtendría de un acuerdo semejante.
El pacto, conocido como Tratado de Qadesh, se planteaba con una duración indefinida y congelaba las fronteras del momento entre Hatti y Egipto. Además, ambos reyes se comprometían a acudir uno en ayuda del otro en caso de necesidad, capítulo éste que disuadía a las potencias de segundo orden de la zona de intentar cualquier agresión a los firmantes y sus aliados.
Otro capítulo del Tratado de Qadesh se refería a la seguridad interna de Hatti y Egipto; por él se acordaba no dar asilo a los rebeldes, sediciosos y traidores de los respectivos reinos; la intención era blindar el sistema contra todo aquel que pretendiese socavarlo.
El tratado de Qadesh proporcionó décadas de paz y desarrollo a todo el Mediterráneo Oriental y el Próximo Oriente, pero hubo un aspecto que escapó al control de los acuerdos y que acabó destruyendo aquel equilibrio internacional que tan buenos resultados daba. La zona Egeo-Anatólica se vio sometida durante las últimas décadas del Siglo XIII a una serie de tensiones que acabaron siendo funestas. Por una parte los pueblos que habitaban Anatolia Occidental basaban buena parte de su economía en la guerra, ya fuese como mera depredación, ya alistándose como mercenarios, tanto en Hatti como en Egipto. Por otra parte, el control de las rutas del comercio marítimo en el Mediterráneo Oriental había desencadenado una lucha sin cuartel entre los distintos pretendientes al monopolio; entre ellos los más agresivos eran los aqueos, que controlaban las aguas del Egeo y tenían puestas sus miras en Siria-Palestina y el Mar Negro. Finalmente, un fenómeno impredecible se desencadenó a finales del Siglo XIII; el valle del Danubio alcanzó el límite de superpoblación soportable y grandes grupos humanos emprendieron una migración hacia el Sur.
Todos estos conflictos, enlazados entre sí de muchas maneras acabaron por destruir absolutamente el Estado hitita. Hattusa fue incendiada, el palacio y la administración desaparecieron y quedó abierto un gran boquete, a través del cual una nube de grupos humanos diversos irrumpieron en aquella civilización arrasándolo todo.
El Estado hitita desapareció para siempre y su recuerdo quedó borrado hasta que en 1829 Jean-FranÇois Campollion e Ippolito Rosselini descubrieron en las ruinas del templo de Karnak una inscripción donde podía leerse una copia del Tratado de Qadesh.

                  Ramsés II en su carro en los relieves de Abu Simbel.

La Conferencia de Potsdam también permitió largos años de paz en Europa, Estados Unidos y la Unión Soviética. Sin embargo, a semejanza de lo que ocurrió en el Siglo XIII en el Egeo y Anatolia Occidental, las zonas periféricas a los Estados participantes se vieron envueltas en una terrible vorágine de guerras.
Hay una diferencia básica entre Qadesh y Potsdam: los que acordaron Qadesh eran viejos enemigos que acabaron siendo aliados y amigos; los que se sentaron en Potsdam eran aliados que acabaron siendo enemigos. Aún así, ambas paces, como hemos dicho, permitieron un período de prosperidad en el núcleo de aquel mundo; no así en la periferia, donde la guerra hizo estragos.
El objetivo inicial de la Conferencia de Potsdam era gestionar la victoria sobre Alemania y poner condiciones a la rendición de Japón. En cuanto a Alemania, no participó en las conversaciones; no era necesario, la derrota del Tercer Reich había sido total y sin condiciones, muchas de sus ciudades estaban reducidas a escombros, el hambre atenazaba a la población. En Potsdam, a pocos kilómetros al Suroeste de Berlín, se reunieron los vencedores; Winston Churchill, Primer Ministro de Gran Bretaña, Harry S. Truman, Presidente de los Estados Unidos de América y Iósif Stalin, Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Por la izquierda, Churchill, Truman y Stalin en Potsdam, 1945.

En principio se acordó que Austria y Alemania quedasen separadas como Estados independientes y que los territorios anexionados por el Tercer Reich fuesen devueltos a sus originales propietarios. Caso aparte era Polonia, pues parte de su territorio había sido anexionado por Stalin al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En este último asunto la cuestión fue más difícil de resolver, pero definitivamente se acordó que Polonia poseyese amplios territorios, sobre todo a costa de Alemania.
Los territorios de Alemania y Austria quedarían ocupados por los vencedores y divididos en cuatro zonas, estadounidense, soviética, británica y francesa respectivamente. Alemania debería pagar una indemnización de guerra reducida, pues en la memoria de todos estaba el fracaso del Tratado de Versalles de 1919, cuando las enormes exigencias de los vencedores fomentaron el resentimiento y el revanchismo en Alemania.
Para evitar la proliferación de nacionalismos irredentos, se deportó y a todas las minorías alemanas de Europa del Este y se las reasentó dentro de las nuevas fronteras de Alemania y Austria. En el campo ideológico se procedió a destruir todas las estructuras políticas y soportes propagandísticos del nazismo, prohibiendo su difusión, apología y enaltecimiento.
Sin embargo lo más importante de Potsdam no fue lo que se dijo allí, sino lo que se calló, aunque todos lo supiesen; es decir, que los antiguos aliados pasaban a ser enemigos mortales y que el mundo entero quedaba dividido en dos bloques, a favor de unos o a favor de otros; nadie, absolutamente nadie podía permanecer sin alinearse en uno de los dos bandos. Estados Unidos de América sería el líder y cabeza de lo que se llamaría el Bloque Occidental, la Unión Soviética acaudillaría al Bloque Comunista. Aunque existiese a partir de la década de los 60 un grupo de Estados que se denominasen "no alineados", esto era una absoluta falacia; el lema que surgió de Potsdam era "o estás conmigo o estás contra mí"; la no alineación no era nada más que una de las muchas retóricas propias de aquella época.
Estados Unidos y la URSS, deseosos de mantener prietas las filas de sus aliados, crearon sendas organizaciones militares  defensivas. Estados Unidos se adelantó en ello y en 1949 fundó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y como reacción necesaria, la URSS impulsó en 1955 el Pacto de Varsovia; ambos antagonistas se observaban mutuamente apuntándose con sus armas nucleares.
Como se puede comprobar, este panorama es bien distinto al que surgió tras el Tratado de Qadesh. En el Siglo XIII a. C. las dos grandes potencias militares, Hatti y Egipto, se esforzaban por mantener el sistema y el equilibrio de fuerzas en base a la cooperación mutua; en la segunda mitad del Siglo XX las dos potencias militares USA y URSS, buscaban la eliminación del contrincante. ¿Pero fue esto realmente así? No del todo. Muerto Stalin, a mediados de la década de los años 50, ambos enemigos llegaron a la conclusión de que era imposible conseguir la victoria total, y que lo más sensato era alcanzar algún tipo de convivencia, sin bajar la guardia, desde luego. A esta situación se le llamó Guerra Fría, y consistía en mantener una paz quebradiza basada en la amenaza permanente de la guerra nuclear; guerra que nunca tendría lugar, pues supondría la destrucción total del Planeta.
Anteriormente he afirmado que tanto en el Siglo XIII a. C. como en la segunda mitad del Siglo XX se mantuvo la paz en el núcleo de los Estados que llegaron a acuerdos en Qadesh y en Potsdam, pero que las guerras asolaron la periferia de ambos sistemas de equilibrio estratégico y, a la postre, fueron los conflictos de esa periferia los que minaron toda la estructura económica, política y militar que había permanecido firme durante décadas.
Si bien el país de Hatti y Egipto colaboraron de buena gana en el mantenimiento de los acuerdos de Qadesh, amplias zonas del Egéo, los Balcanes, Anatolia Occidental, Norte del Mar Negro y Desierto de Libia escapaban al control de ambas potencias. Generalizando, los que representaban un peligro más grave para la estabilidad de aquel mundo eran los aqueos (ahhiyawas), que habían luchado en los ejércitos de hititas como mercenarios y aliados en numerosas ocasiones. Sin embargo, los monarcas aqueos se encontraban en un período de fuerte afirmación de su autoridad, reclutando poderosos ejércitos que utilizaban con el objetivo de conseguir el control del comercio marítimo en el Mediterráneo Oriental. Esta es la coyuntura que provoca un episodio que conocemos como la Guerra de Troya, en la cual una coalición de Estados aqueos lucha por el control de los estrechos que comunican el Mar Egéo y el Mar Negro. Las presiones de los aqueos y otros pueblos de Anatolia sobre el Imperio Hitita fueron formidables a finales del Siglo XIII a. C.; a ello se sumó un gran movimiento de pueblos que tuvo su origen en la costa del Mar Negro y el Bajo Danubio, que acabó por irrumpir en la zona occidental de Anatolia. Entre estos recién llegados destacaban diferentes grupos de lengua traco-frigia, indoeuropeos que se desplazaban por las llanuras del Este de Europa. Como consecuencia el Imperio Hitita se desmoronó y desapareció definitivamente. Muchos de estos pueblos sirvieron durante años en los ejércitos de Hatti y Egipto; es más, el grueso del ejército egipcio estaba formado por ellos. Los hititas intervinieron a menudo en las frecuentes guerras de los aqueos y otras gentes de la zona, pero solo consiguieron desgastarse y mantener una precaria estabilidad; además, el desarrollo de la actividad bélica acabó alimentándose a sí mismo, provocando una espiral de violencia que asoló todo el Mediterráneo Oriental entre finales del Siglo XIII y mediados del XII a. C.



En la imagen de arriba puede verse que algunos Estados, principalmente en Mesopotamia, aunque no participaron en los acuerdos de Qadesh, hubieron de aceptar el sistema de dos potencias hegemónicas que controlaban las relaciones internacionales. De la misma forma, en la periferia, numerosos Estados y grupos humanos actuaban a veces en consonancia con el sistema y otras contra él. Entre estos últimos destacaban los aqueos, que dependían del comercio con Oriente, pero que a la vez mantenían una conducta agresiva y expansiva. El caso más significativo eran los shardana, mercenarios que servían en cualquier lugar de Oriente, pero que se convertían en feroces saqueadores cuando veían la ocasión.
             Guerreros shardana en un bajorrelieve egipcio.

Durante la segunda mitad del Siglo XX también abundaron los enfrentamientos bélicos en las zonas de la periferia de los dos bloques en los que se dividía el mundo. La principal preocupación, tanto de USA como de la URSS, era mantener la fidelidad de sus respectivos aliados, cuidando de que los gobiernos colaborasen y mantuviesen un cierto nivel de obediencia. Para conseguir esto último era imprescindible otorgar a los aliados y dependientes alguna participación en las decisiones; de esto último fueron los USA los primeros en percatarse; por esa razón se apresuraron en fundar en 1949 la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), sistema de defensa colectivo ante la amenaza soviética. La URSS, tardó unos cuantos años más en organizar algo parecido, en parte porque suponía dar una autonomía mayor a los Estados de Europa Oriental que aún estaban ocupados por los soldados soviéticos. En 1955 se firmó el Pacto de Varsovia, alianza militar de defensa mutua de los Estados socialistas cuyo objetivo era responder a la creación de la OTAN.
Es curioso comprobar que la OTAN se fundó el mismo año en que Mao Zedong proclamó la República Popular China y que el Pacto de Varsovia se firmo dos años después de la muerte de Stalin y al poco de la ruptura con China.
La capacidad de ambas potencias mundiales de mantener cerradas las filas no fue demasiada, a la vista de las diferencias que surgieron con los aliados más importantes y las deserciones de algunos satélites. El golpe más duro lo recibió la URSS, cuando, tras la Guerra de Corea, la República Popular China decidió desembarazarse de la tutela de Moscú, alegando el acercamiento de la diplomacia soviética a Occidente.

                       Mao Zedong declara la República Popular China en octubre de 1949.

Las diferencias entre la URSS y China dividieron al bloque socialista e impidieron que Asia se vertebrase políticamente en un solo frente, lo que hubiese sido una catástrofe para la OTAN. Estas desavenencias entre los dos grandes Estados socialistas complicaron enormemente las relaciones diplomáticas en Asia y contribuyeron a la proliferación de una multitud de cruentas guerras.
Tanto USA como la URSS intentaron constantemente socavar el poder y el prestigio de su respectivo antagonista en aquellos lugares del planeta donde hubo ocasión. En Europa, corazón de los acuerdos de Potsdam, la URSS desplegó una campaña de agitación y propaganda que hizo palidecer a las campañas de la Alemania nazi. Su objetivo era inocular la ideología comunista entre la clase trabajadora y en la universidad. Si bien se alcanzaron excelentes resultados, pronto se vio que la socialdemocracia impuesta en Europa Occidental acababa por desarmar los argumentos comunistas. En 1968 el intento de agitar a la sociedad europea funcionó a manera de búmeran y fue entre los aliados del Pacto de Varsovia donde saltó la revuelta contra las estructuras y modelos comunistas. En Praga el movimiento socialdemócrata acaudillado por Alexander Dubcek emprendió profundas reformas democráticas que precipitaron la invasión de Checoslovaquia por el ejército del Pacto de Varsovia en agosto de 1968. La OTAN permaneció muda ante estos acontecimientos, señal de que el sistema de bloques era un sistema de equilibrio.

                  Tanques del Pacto de Varsovia en Praga, 1968.

Praga estaba demasiado cerca del lugar donde se acordaron los pactos de Potsdam y por esa razón USA no se movió ni un milímetro, aquella revuelta era demasiado peligrosa y podía derrumbar todo el sistema de bloques; al fin y al cabo se trataba de lesionar al enemigo, no de retarlo a muerte.
La URSS tuvo más suerte en lo que se denominaba el "patio trasero de Estados Unidos", es decir, América Central y América del Sur. En aquellas tierras tenía USA grandes intereses económicos, sobre todo en materias primas y recursos energéticos. La propaganda soviética arraigó fácilmente allí, entre un campesinado sometido aún a relaciones de producción casi feudales; el triunfo de la revolución cubana y la proliferación de guerrillas de ideología socialista fue un contratiempo importantísimo para la estrategia de los Estados Unidos. El conflicto llegó a su máxima tensión durante la denominada "crisis de los misiles de Cuba" en 1962, cuando la URSS instaló varias bases en aquel país desde las cuales amenazó el territorio estadounidense con misiles nucleares. La cris se solucionó finalmente con un cambio de cromos, los soviéticos desmantelarían sus bases de cuba si a la ves USA lo hacía con las suyas de Turquía; se trataba de asustar al oponente, no de aniquilarlo con una lluvia de explosiones nucleares. Sin embargo, el auténtico objetivo de Jrushchov, Secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, se había alcanzado, la Revolución Cubana estaba a salvo y la ideología comunista había penetrado en América con éxito.

                             Che Guevara y Fidel Castro, líderes revolucionarios de Iberoamérica.

La guerra periférica de mayor importancia en que se vio involucrada USA fue la Guerra de Vietnam, en la que sufrió una humillante derrota y la pérdida de la población estadounidense de la infinita confianza en sí misma. El conflicto duró 15 largos años y en él murieron casi 60.000 norteamericanos, número terrible de bajas, aún sin contar los 300.000 heridos en combate. Las cifras de aquella guerra son pavorosas; el ejército de Vietnam del Sur tuvo 250.000 muertos y el de Vietnam del Norte más de 1.000.000.
Tras la Guerra de Vietnam los estrategas de USA cambiaron su enfoque y decidieron enfrentarse a la URSS en las zonas periféricas de manera indirecta. A finales de la década de los setenta los conflictos periféricos se centraron en Próximo y Medio Oriente; la inestabilidad de la zona era muy grande y a ello se sumaba su importancia estratégica, pues en ella se encontraban las mayores reservas de petróleo del planeta. Aquí USA apoyó con armas y recursos a los grupos de ideología islámica para hostigar a la URSS en aquellos territorios; sin embargo, el cuadro era demasiado complejo debido a la multitud de grupos enfrentados e intereses diversos y al desaparecer la URSS en 1991 quedó en evidencia que mantener el control en la zona era prácticamente imposible; sobre todo por los enemigos que se granjeó USA debido a su férrea alianza con Israel. Ya en 1990 USA se vio obligada a abandonar su estrategia de no involucrarse directamente en los conflictos armados y hubo de invadir Irak, enfrentándose a Sadam Hussein, enemigo y aliado alternativamente.

Soldados norteamericanos en la Primera Guerra del Golfo.


Se ha dicho muchas veces que la Guerra de Afganistán fue el Vietnam de la Unión Soviética; esto es verdad solo a medias. Es cierto que en ambos casos la potencia hegemónica salió derrotada de forma humillante y que tras la guerra se produjo un sentimiento de frustración y pérdida de la autoestima nacional entre la población, pero, a pesar del enorme daño que causó Vietnam a USA, las consecuencias de Afganistán para la URSS fueron muchísimo mayores. Estados Unidos tardó más de una década en recuperarse de aquel fracaso militar y político, pero la sociedad acabó por asimilar lo que había ocurrido de forma positiva; en el caso de Afganistán, aquella derrota supuso un golpe del que el Estado y la sociedad soviética no consiguió recuperarse, hasta el punto de que poco después toda la estructura del régimen se desmoronó. La URSS era un Estado en quiebra desde el punto de vista económico y desde el punto de vista moral; nadie creía en el sistema, que estaba penetrado profundamente por la corrupción y la incompetencia paralizante; todo se reducía ya a pura retórica. En 1991, tras una fase de titubeantes reformas la URSS desapareció y con ella todo el aparato político que la dirigía; el sistema de bloques pasaba a la Historia y la etapa que se abrió en Potsdam se cerraba en un ambiente crepuscular para el modelo comunista.
Tanto Qadesh Como Potsdam habían conseguido que la violencia se desplazase del interior a la periferia; en el Siglo XIII a. C. Hatti y Egipto vivieron un largo período de paz en el interior de sus respectivas zonas de influencia, pero las fuerzas económicas y militares del exterior se agitaron sin cesar hasta que la situación cambió totalmente y el sistema se vino abajo.
Estados Unidos y la URSS vivieron una época de paz dentro de sus fronteras y no llegaron a la guerra declarada entre ambos durante décadas, pero América del Sur, áfrica y Asia se desangraron en guerras violentas casi siempre teledirigidas desde Washington o Moscú.