lunes, 8 de septiembre de 2014

MONARQUÍAS MICÉNICAS. I

Pausanias, el gran viajero, escribió una “Descripción de Grecia” (Periégesis tes Helládos) en la que nos relata su visita a Micenas, conjunto de ruinas ya en aquel tiempo, y nos cuenta lo siguiente:
“Quedan trozos de muralla y la puerta, sobre la que hay unos leones. Todo esto se dice que es obra de los Cíclopes, que también construyeron para Preto la muralla de Tirinto.”
Esto lo escribía Pausanias en el siglo II d. C. y aquellas murallas no le parecían obra humana. Al menos esto es lo que había oído decir a los lugareños, que aquellos muros habían sido construidos por los Cíclopes, hijos de Urano, o quizás de Poseidón.
 En realidad, los griegos hacía mucho tiempo que suponían que aquellas construcciones de Micenas y Tirinto eran obra de los dioses. Ya en el siglo VIII a. C. creían que las murallas de Troya habían sido construidas por Poseidón, y que todas estas grandes obras se habían llevado a cabo en un tiempo impreciso, varios siglos atrás, en una época conocida como “Edad de los Héroes”. Aquel tiempo ya había acabado, los antiguos héroes habían muerto y había sobrevenido una nueva edad de violencia e injusticia conocida como “Edad del Hierro” que era en la que vivía la humanidad contemporánea. Los héroes estaban dominados por las pasiones y por ello eran imperfectos, pero eran descendientes de los dioses y estaban mucho más cerca de la divinidad. La humanidad posterior, aquella que vivía en la “Edad del Hierro”, carecía de virtudes y era incapaz de llevar a cabo semejantes construcciones.
Seguidamente Pausanias nos cuenta esto otro:
“También hay en las ruinas de Micenas una fuente llamada Persea y las construcciones subterráneas de Atreo y otras de los que al regreso de Ilión fueron muertos por Egisto después del banquete… Hay otra de Agamenón, otra de Aurimedón, su auriga, otra de Telédamo y Pélope, hijos gemelos de Casandra, a quienes mató de niños Egisto, junto con sus padres, y de Electra, casada por Orestes con Pílades…Clitemnestra y Egisto están sepultados un poco apartados de la muralla, pues no se creyó que merecieran serlo dentro, donde yacen Agamenón y los que con él fueron muertos.”
                               Murallas de Tirinto.


En este último párrafo Pausanias menciona a varios miembros de la familia real de Micenas, entre ellos al rey Agamenón, héroe que conocemos por la Ilíada, poema épico compuesto por Homero en el siglo VIII a. C. Según Pausanias, Agamenón estaba enterrado dentro del recinto de las murallas de Micenas, mientras que su padre, Atreo, yacía afuera, en una construcción subterránea.


Por supuesto que Pausanias carecía de pruebas contrastadas cuando afirmaba lo anteriormente expuesto; se basaba exclusivamente en informaciones que había recogido de unos y otros durante su viaje. Sin embargo, la lectura de aquella guía para viajeros encendió la imaginación de Heinrich Schliemann, un rico hombre de negocios que lo había abandonado todo para dedicarse a la arqueología. No obstante, Schliemann, practicaba un método muy peculiar, pues se basaba en tomar como absolutamente cierto lo que se narraba en los textos antiguos, sobre todo, lo que podía leerse en la Ilíada y en la Odisea. Aquello era arriesgado, pero a Schliemann le había dado resultado, pues guiándose por los versos de Homero en 1870 había descubierto las ruinas de Troya. El audaz alemán puso entonces su mirada en el texto de Pausanias y decidió viajar al Peloponeso para excavar la ciudad de Micenas, en la que esperaba encontrar grandes tesoros, pues homero la llamaba “la rica en oro”. Cuando llegó a Micenas solo estaban a la vista una gran tumba conocida como “Tesoro de Atreo” y la Puerta de los Leones. 
                      Puerta de los Leones de Micenas.

Tras conseguir un permiso para realizar su búsqueda Schliemann volvió a tener suerte y en el verano de 1876 descubrió junto a la Puerta de los Leones, dentro de las murallas, un recinto circular de tumbas que se conoce como círculo A En aquel lugar excavó cinco de las seis tumbas que allí se encontraban, dotadas de espléndidos ajuares dignos de una estirpe principesca. Entre los objetos encontrados destacaban dagas de bronce con empuñaduras de oro y damasquinados, vasos de oro y plata labrados, máscaras de oro que cubrían el rostro de los difuntos y otras muchas joyas de gran valor. Cuando Schliemann exhumó la tumba número cinco encontró tres cuerpos de varón, todos ellos con ricos ajuares y con los rostros cubiertos por una máscara de oro; cuando levantó la tercera máscara, comprobó que los rasgos de su portador se habían conservado extraordinariamente bien durante los siglos. Se cuenta que Schliemann, emocionado, besó la mejilla del cadáver y después telegrafió al rey de Grecia lo siguiente: “He contemplado el rostro de Agamenón”.

    La llamada Máscara de Agamenón del círculo de tumbas A de Micenas.


Schliemann había leído a Homero desde niño porque su padre, un pastor protestante prusiano, le introdujo en la épica del poeta griego. Su pasión por los antiguos héroes de la guerra de Troya como Agamenón, Aquiles o Ulises no se apagó con el paso de los años, más bien al contrario, se convirtió en una obsesión que le hizo creer en la veracidad absoluta de todo lo que se narraba en la Ilíada. Obtuvo, por tanto, una gran satisfacción al excavar la ciudad de Micenas y encontrar las tumbas de aquellos que él creía eran el rey Agamenón y su familia. La riqueza de los ajuares le hizo creer que efectivamente era verdad lo que se decía en la Ilíada, que Micenas era la ciudad más importante de la Grecia de aquel tiempo y que efectivamente Agamenón acaudilló a todos los reyes griegos en la heroica empresa de la guerra de Troya.

                                  Ryton de oro y plata de la tumba IV del círculo A de Micenas.




Schliemann fue un gran hombre, pero se precipitó al identificar aquel rostro con el de el rey Agamenón, pues posteriormente el círculo de tumbas A de Micenas fue datado cronológicamente entre los años 1600 y 1500 a. C., es decir, en el período que se denomina Heládico Medio Final, en el siglo XVI a. C., mientras que el reinado de Agamenón, si es que fue un personaje histórico realmente y no un héroe legendario, tuvo lugar en el siglo XIII, cuando la civilización micénica corría hacia su violento final.
¿Quiénes eran entonces aquellos que yacían en las tumbas de fosa del círculo A? Lo más probable es que perteneciesen todos a una misma familia que había alcanzado un gran poder en Micenas; al menos sabemos que eran muy ricos por los objetos con que se enterraron, muchos de ellos importados de Creta, de magnífica factura. El ajuar de la tumba más rica, la número IV, era impresionante; incluía puntas de obsidiana, joyas y adornos de oro, vasos de alabastro, de plata y de oro, máscaras de oro y armas de lujo. Entre los vasos destacaba un Rytón con forma de cabeza de toro hecho de plata y con los cuernos de oro, en el testuz lucía una bella roseta también de oro.
Los que habían sido enterrados en el círculo A pertenecían a una elite aristocrática que mantenía relaciones comerciales con Creta y Próximo Oriente, un grupo de personas emparentadas entre sí y que, gracias a la acumulación de riqueza que habían alcanzado, gustaban de importar objetos valiosos y bienes de prestigio.


Pero lo que verdaderamente nos aclara la significación de las tumbas del círculo A fue el descubrimiento de otro grupo de tumbas extramuros de Micenas al que se ha denominado Círculo B.  Fue excavado en 1951 y contiene 26 tumbas más pequeñas y provistas de ajuares más pobres. Todos los materiales que se encontraron en estas tumbas eran más antiguos que los del círculo A, aunque es posible que ambos círculos funerarios se utilizasen simultáneamente durante algún tiempo. Según las investigaciones arqueológicas el círculo B fue usado entre 1650 y 1550 a. C.; se trata, por tanto de enterramientos más antiguos que los del círculo A.

                 Círculo A de tumbas e Micenas.

Las tumbas del círculo B representan a una aristocracia más amplia y menos poderosa que la del círculo A; también menos rica, con menos relaciones internacionales, con una menor capacidad para controlar los intercambios a larga distancia. Es posible que en un momento concreto a principios del siglo XVI a. C. una estirpe perteneciente a esta aristocracia se desgajase del resto en virtud de su mayor riqueza e influencia y comenzase a enterrar a sus difuntos en un lugar aparte, en el círculo A. Con el tiempo el antiguo y más amplio grupo aristocrático sería olvidado; tanto es así que las tumbas del círculo B no fueron respetadas y sobre ellas se construyó en el siglo XIII un gran mausoleo de cámara circular con falsa cúpula conocido con el nombre de Tumba de Clitemnestra. El círculo A, por el contrario, corrió mejor suerte y, también en el Siglo XIII a. C., quedó en el interior de la nueva muralla que rodeaba la ciudadela de Micenas. 
Por tanto, con las tumbas del círculo A asistimos al nacimiento de una realeza en Micenas. Schliemann, después de aquel sensacional descubrimiento perdió el interés por aquel lugar y continuó sus excavaciones en Tirinto, donde obtuvo otro gran éxito. Sin embargo Micenas todavía guardaba una inmensa riqueza arqueológica. Animados por el ejemplo del alemán, otros arqueólogos excavaron en la ciudadela con métodos más rigurosos y sacaron a la luz un complejo palacial dotado de habitaciones reales, salón del trono, dependencias de funcionarios y oficiales, archivos y almacenes. Era este el centro del poder de la monarquía micénica, lugar desde el que administraba el territorio del reino, en el que se podían encontrar otros asentamientos de menor importancia y subordinados al palacio. El edificio más importante de la ciudad palacial era elmégaron o salón del trono, alrededor del cual se disponían las demás dependencias. En otras ciudadelas de Grecia encontramos otros ejemplos de mégaron, así en Tirinto y Pilos; y en todos los casos las estructuras, el diseño y las medidas de este tipo de edificio son semejantes.

                      Plano esquemático del complejo de un megaron. 1: Vestíbulo, 2: Sala principal, 3: Columnas del                       pórtico y de la sala principal.

Tras el vestíbulo se entraba en la sala principal en cuyo centro había un hogar rodeado por cuatro columnas que sostenían el techo, donde se abría un lucernario para que entrase la luz y saliesen los humos; el trono real se encontraba siempre a la derecha de la entrada, adosado a la pared. El mégaron era el edificio más rico y decorado del palacio micénico, el de Tirinto poseía un vestíbulo con zócalo revestido de placas de alabastro, con relieves de palmetas y rosetas resaltadas sobre un fondo azul de pasta vítrea, y pinturas al fresco en las paredes.

Plano de la ciudad e Micenas.


Plano de la ciudadela de Tirinto.


Otros edificios importantes en las ciudades micénicas eran los almacenes. Allí se guardaba una parte importante de todo lo que producían los campos del reino; reservas de grano, aceite, vino, metales, tejidos, cerámica y otros muchos objetos manufacturados. Con estos productos se hacían intercambios a corta y larga distancia y se financiaban todos los gastos de un complejo aparato administrativo. Buena parte de estos productos procedían de los tributos que estaban obligados a pagar todos los habitantes del reino, pero también tenían su origen en las grandes propiedades agrarias del rey y en los beneficios obtenidos gracias al comercio marítimo que practicaba la hacienda real. La contabilidad de estos intercambios, del tesoro real y del movimiento de bienes de los almacenes reales la llevaban a cabo un nutrido grupo de escribas y los oficiales de palacio. Efectivamente el número de estos debió ser grande, lo que nos proporciona una idea del poder y la riqueza del rey, pues la mayoría de ellos poseían habitaciones privadas en el complejo palacial y eran remunerados por sus servicios. Los escribas anotaban cuidadosamente todos los movimientos de las cuentas reales gracias a un tipo de escritura que se ha denominado lineal B. Se trata de una escritura que presenta una estrecha afinidad con la escritura minoica del lineal A. Es, por tanto, una escritura silábica, pero que también utiliza ideogramas para expresar palabras enteras, o bien conceptos. Esta escritura fue descifrada en 1952 por Michael Ventris, joven arquitecto inglés, e inmediatamente se identificó la lengua de tales textos con un dialecto arcaico del griego. Los textos recuperados en las excavaciones están escritos sobre tablillas de arcilla y contienen apuntes transitorios, destinados al uso interno de la administración del palacio que muy raramente podrían ser comprensibles para los no iniciados.

                          Lineal B

Los textos del lineal B que conservamos están escritos en tablillas de barro arcilloso, que primero eran simplemente secadas al aire y luego duraban por breve tiempo; solo el incendio de los palacios, en los que aquellas se custodiaban, las ha conservado durante milenios. Presumiblemente, además del económico y frágil barro se disponía de otros soportes de escritura en los que se anotaría aquello que debía perdurar. Todo aquello pereció con la catástrofe, y no hubiera tampoco sobrevivido al paso del tiempo; mas las tablillas fueron salvadas por el incendio para la posteridad. La mayor parte de estas tablillas proceden del palacio de Pilos, al sur del Peloponeso, y del palacio de Cnosos, en la isla de Creta. El número de tablillas encontradas en Micenas ha sido inferior.
En las tablillas del reino de Pilos aparece el rey con el nombre de Wanaks; esta palabra aparece todavía en Homero designando al monarca. Para él trabajaba una nube de funcionarios de palacio que cobraban los tributos y organizaban la contabilidad, anotando las entradas y salidas en especie; todos ellos tenían asignadas las raciones de víveres que les correspondían.
En los textos, junto al rey aparece el Law-agetas, término confuso que podía denominar al heredero del trono o al comandante del ejército. En todo caso debía ser alguien muy importante, pues era la única persona que, además del rey, recibía un temenos, es decir, una porción del terreno público.  
Otro personaje de importancia en la administración del territorio que también aparece en las tablillas de Pilos es el gobernador de distrito que recibía el nombre de Korete. El reino de Pilos se hallaba dividido en varios distritos que se agrupaban en dos provincias; cada distrito era administrado por un Korete, que a su vez, era auxiliado por un lugarteniente denominado Prokorete. Todos ellos rendían cuentas ante el rey.
Como podemos ver la organización y la administración de los reinos micénicos alcanzó un alto grado de complejidad y la solidez de la autoridad real debió de ser grande. Al menos esto debió ser así desde finales del siglo XVI a. C. y alcanzó su punto culminante en el siglo XIII, como lo demuestran las grandes tumbas de corredor y cámara funeraria circular de falsa cúpula, denominadas tholos, que se encuentran en las afueras de Micenas.  
La más monumental de ellas, a poca distancia de la Puerta de los Leones, es conocida con el nombre de Tesoro de Atreo; Pausanias ya habla de ella y Schliemann la excavó durante su campaña en Micenas. Todo en ella impresiona; sus dimensiones son imponentes, su interior tiene un diámetro de 14,5 m y una altura máxima que sobrepasa los 13 m. Se accede a la cámara a través de un corredor a cielo abierto de 36 m de largo por 6 de ancho, que tiene al fondo una puerta, en fachada monumental, con un vano de 5,4 m de altura; le sirve de dintel un solo bloque gigantesco de 120 toneladas, protegido de las presiones verticales mediante un triángulo de descarga. Debió ser construido en el siglo XIII, es decir, poco antes de la desaparición de la civilización micénica.

                    Tesoro de Atreo.

                          Alzado, planta y sección del Tesoro e Atreo.

El Tesoro de Atreo es la mejor expresión del poder que alcanzó la monarquía a finales del período micénico, capaz de exigir el trabajo de muchos en una faena no productiva, capaz de organizar una sociedad que produzca enormes excedentes para dedicarlos a sustentar a la ingente mano de obra que era necesaria para construir estas tumbas monumentales, capaz de disponer de los mejores arquitectos de la época y traerlos de donde fuera.
Pero, como hemos apuntado anteriormente, esta capacidad para organizar a grandes masas humanas y esta compleja organización administrativa debió alcanzarse solo en los últimos tiempos de estas monarquías que se establecieron en Micenas, Tirinto,Argos, Pilos, Orcómeno, Yolco y Cnosos. En realidad en las tablillas de Pilos, por otra parte todas pertenecientes a finales del siglo XIII o principios del XII, aparecen algunos detalles que hacen pensar que los monarcas micénicos no siempre detentaron tanto poder. En concreto se menciona al Damos, es decir la comunidad. Se trata de una entidad corporativa que posee gran cantidad de tierras y que cede una parte de ellas al rey en usufructo. También el Damoscede tierras al lawagetas, aunque en menor cantidad. Estas tierras reciben el nombre de temenos. También Homero llamatemenos a las tierras del rey, lo cual reafirma la existencia prolongada de este concepto. La existencia del Damos y de las tierras públicas que este posee induce a pensar que en los primeros tiempos de las monarquías micénicas la autoridad real estaba limitada por los derechos y prerrogativas de la comunidad. Sin embargo, es evidente que los reyes fueron aumentando su poder progresivamente conforme la administración y la burocracia del palacio creció y se hizo más compleja.
Para comprender cómo fue posible que este sistema administrativo se desarrollase hay que tener en cuenta que la civilización micénica tuvo desde un principio un modelo en el que inspirarse; dicho modelo fue la civilización cretense o minoica, que es como se la conoce. En efecto, los grupos humanos que más tarde formarían la civilización micénica entraron en contacto con los cretenses desde el primer momento y asimilaron con gran rapidez y empeño los contenidos culturales y tecnológicos de aquellas gentes. El aspecto comercial tuvo una importancia de primer orden en este proceso, pues además de ser un medio eficaz para la transmisión de ideas y procedimientos, permitió el enriquecimiento de una elite que poco a poco acabó convergiendo en una aristocracia de la que surgieron los reyes.

2 comentarios:

  1. Una civilización sin duda fascinante, a mitad de camino entre la historia y la leyenda o el mito.
    Saludos.

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    1. Ciertamente se trata de una civilización en la que a veces es difícil separar el mito de los hechos históricos. En la segunda entrada comentaré hechos históricos que han sido ocultados por la leyenda.

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