jueves, 12 de diciembre de 2013

LA CUESTIÓN ORIENTAL II

En la entrada anterior hice unas reflexiones sobre las hegemonías que adquieren algunas potencias y la duración de las mismas. En concreto me referí a la supremacía mundial de Estados Unidos, desde la desaparición de la Unión Soviética hasta el día de hoy. Me atreví a decir entonces que Estados Unidos, consciente de un casi imperceptible, pero insoslayable declive, había planeado retirarse de algunas zonas del planeta que hasta este momento estaban bajo su control indirecto. La zona principalmente afectada por esta retirada era el continente asiático. También afirmé que el vacío de poder que inevitablemente dejaría Estados Unidos, sería ocupado por una o varias potencias que emergían en este continente; éstas eran Rusia, China y la India. Los acontecimientos de este mes de Agosto en Próximo Oriente corroboran estas impresiones sobre la deriva geoestratégica en Asia, y por ende, en el panorama internacional. El tablero estratégico en Próximo Oriente es tan complejo, y la sensación de autoconfianza de Estados Unidos y sus aliados es tan débil, que la campaña de Siria tiene muchas probabilidades de quedar abortada para siempre. Se trata de una operación de policía internacional que sí tiene un objetivo, aunque muchos lo nieguen: demostrar en aquella región del mundo quién es todavía quien manda. Pero la cosa no parece fácil; es como cuando atizamos un avispero con un palo, se trata de una acción peligrosa. Estados Unidos está demostrando que no quiere invertir un solo dólar en guerras ruinosas, y muchos menos tener que hacerle los honores a héroes que regresan en ataúdes. Muchas veces ocurre que cuando un sistema de poder se desvanece, se produce una coyuntura en la que potencias de mediano peso intentan medrar antes de que se muestre enteramente la nueva Potencia Hegemónica, que viene a ocupar el lugar de la anterior. Esto mismo ocurrió en el Siglo I a. C., cuando viendo todo Oriente la caída en picado de los reinos helenísticos de Macedonia, Siria y Egipto, el rey Mitrídates del Ponto aspiró durante unas décadas a ocupar el dominio de todos los territorios desde el Mediterráneo Oriental hasta los confines del mar Negro. Por supuesto que Mitrídates fracasó, porque se las tuvo que ver con la nueva potencia en ascenso que era Roma. Así mismo Irán, una potencia de segunda línea en Asia, ve ahora la oportunidad de expandirse, aprovechando las situación catastrófica e insegura de los Estados de la región, y que Estados Unidos le ha desbrozado el camino con una política equivocada, con muchas pérdidas y pocas ganancias. A río revuelto, ganancia de pescadores, dice el refrán castellano. Irán cuenta con muchos aliados que también ven una ganancia interesante en la situación. Rusia, que tarde o temprano tendrá que enfrentarse con Irán, como ya lo hizo con los rebeldes afganos y en el Siglo XIX con todos los musulmanes de Asia Central y también con los turcos, aparece momentáneamente como un posible aliado de cualquiera que no sea Estados Unidos. No obstante, las cosas son como son; la lucha por el control del continente arreciará en las próximas décadas. Mitrídates murió en una lejana fortaleza del norte del mar Negro rodeado de escitas que no hablaban el griego. ¿Cómo acabará esta partida? 

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